Con frecuencia oímos expresiones que se refieren al marketing en tono claramente despectivo. Habitualmente, el que habla no sabe qué es el marketing, te lo aseguro. Imagino que se refiere lo que él cree que es la publicidad. Pero me temo que tampoco sabe lo que es la publicidad.
Con esto no quiero negar que pueda haber individuos que hagan un mal uso de las técnicas de marketing. Lo mismo lo podríamos afirmar de otras disciplinas.
Vamos a ello. Puedes considerar que el marketing, a través de diferentes conceptos y sistemas, te va a ayudar a orientar tu relación con el mercado.
En este sentido, tendrás que tomar decisiones como:
- A qué tipo de cliente me dirijo.
- Qué productos o servicios le ofrezco.
- A qué precio.
- Qué hago para que sepa que existo.
- Cómo le comunico novedades.
- Cómo le hago llegar el producto/servicio.
Ya ves, el tipo de temas a que nos referiremos cuando hablemos de marketing son anteriores a la aparición de la propia palabra (marketing) y, si me apuras, al mismísimo descubrimiento de América. Hay un mercado, lo tienes que conocer y tomar decisiones de cómo te acercas a él. Desde siempre, los comerciantes, de manera natural, han procurado tratar bien a su cliente, hacer que sus productos lucieran su mejor versión, explicar sus atributos positivos, fijar precios atractivos, tener establecimientos adecuados, etc.
¿Y la publicidad? Es un arma que te permitirá comunicarte con el mercado. Una herramienta poderosa que tal vez utilizarás en tus acciones de marketing, pero no es el marketing.
La publicidad también es natural en nosotros. ¿O acaso no has dicho nunca aquello de “qué ricas están estas galletas de chocolate”, y las de chocolate han sido las primeras galletas en desaparecer de la bandeja? Pues eso, has dado publicidad a un valor de las galletas de chocolate. Y aquí está el tema: si lo has hecho porque realmente te parecían las mejores has hecho publicidad honesta. Si lo has hecho para aprovechar que los demás las escogieran mientras tú te apropiabas de las de mantequilla, has manipulado a tu audiencia de forma deshonesta. Aunque, podría ser que, si los otros comensales se sienten engañados, tal vez ya no te hagan mucho caso de aquí en adelante.
Claro que podemos ser deshonestos con nuestro mercado, pero no sólo con publicidad. Podemos diseñar un envase de detergente con un orificio de salida excesivo y que provoque un consumo innecesario, podemos montar las cajas de cerillas “al revés” para hacer que, al abrirla, las cerillas se caigan, podemos aprovechar la escasez de mascarillas en época de pandemia para multiplicar el precio de nuestro stock por cinco, y tantas otras cosas.
Nunca te aconsejaré optar por la deshonestidad en el marketing. Primero, por principios morales, pero también porque, a largo plazo, seguro que la pagarías cara. Tu cliente tiene memoria, se sentirá traicionado y, con toda la razón del mundo, buscará mejores opciones.
En próximos posts de esta serie “De autónomo a empresario” iremos hablando de los grandes conceptos de marketing. Si tienes alguna sugerencia, duda o consulta puedes contactar con nosotros.
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