Los efectos de la pandemia serán muchos y muy diversos. Los más negativos, sin duda, los fallecimientos de personas y el sufrimiento consecuente de sus familiares y amigos. En este tema no puedo aportar nada nuevo sobre lo mucho que ya se ha ya hablado y escrito, salvo sumarme al dolor de los que sufren.
No me extrañaría que hubiera víctimas políticas. La arrogancia de poner las vidas de todos en manos de un ministro novato y que está al mando de un departamento que lleva muchos años sin gestionar una epidemia de gripe (todas las CCAA tienen transferida la sanidad desde hace décadas) es posible que tenga un coste. Pero no es mi tema hablar de improvisaciones, descoordinación o caos informativo del Gobierno. A otros les encantará hacerlo.
Hay un tercer nivel general de consecuencias que afectan al ámbito macroeconómico. Aquí los expertos auguran grandes catástrofes y sólo puedo agarrarme al clavo ardiente de la ya conocida incapacidad de los economistas para acertar pronósticos. No sé si la frase es original suya, pero oí a Xavier Sala Martín decir aquello de que hay dos tipos de economistas, los que no saben hacer previsiones y los que no saben que no saben hacer previsiones. En todo caso, me siento del bando de los que os veis desbordados cuando se habla de miles de millones de euros y de porcentajes del PIB.
En lo que sí me veo obligado es a lanzar un mensaje de alerta sobre el riesgo de procrastinación en las PYMEs familiares. No se me ocurre mejor excusa que el COVID19 para demorar una vez más la decisión de estructurar la relación familia-empresa de modo sensato, y así evitar graves consecuencias para ambos ámbitos. Es más: ahora, que tendremos que replantearnos tantos paradigmas básicos de lo que es y será el propio negocio, es una ocasión inmejorable para abordar el tema. Los fundadores de la empresa deberían aprovechar la oportunidad para incorporar a las nuevas generaciones en el ejercicio de creatividad e innovación que las compañías requerirán de cara a reorientar su actividad.
Ahora es tiempo de redefinir tanto el negocio como la relación de la familia propietaria con el mismo.
Hagamos callar a quienes nos acusan de nunca desaprovechar la oportunidad de desaprovechar la oportunidad de crear una estructura potente para que la relación empresa-familia tenga un largo recorrido. Y, como siempre, aquí estaremos para aportar experiencia en este tipo de procesos.
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