Este pensamiento lo hemos captado todos los consultores de negocio. Unas veces, las menos, verbalizado directamente por un empresario; otras, las más, leído en su mirada.
Y es que, en el fondo, el problema es que no hemos sido capaces de explicar en qué le podemos ayudar. Desde luego, nunca sabremos tanto como él de su proceso operativo o su sector, pero es que ésta no es nuestra función.
Personalmente, y para clarificar mi posición, respondo a la frase del título de este post con algunas preguntas, del tipo:
- ¿Tienes un plan a 5 años? ¿Y objetivos concretos para este año?
- ¿Haces un seguimiento directivo del presupuesto anual?
- ¿Tienes datos cuantificados, o hablas de ambigüedades y actitudes?
- ¿Conoces el coste de cada producto? ¿Y la rentabilidad de cada cliente?
- ¿Seguro que vuestros procesos están optimizados?
- ¿Seguro que cuando contratas a un colaborador no se trata, en realidad, de un futuro competidor?
- ¿Tienes tu protocolo familiar? ¿Y acuerdos entre socios?
- ¿Has pensado en aplicar un sistema de retribución variable?
- ¿Tienes clara la contribución de cada empleado al éxito o fracaso del negocio?
- ¿Todo el mundo, en tu empresa, sabe quién es su jefe?
- ¿Estás seguro de que cada persona ocupa el puesto de trabajo para el que está más dotado?
- ¿Puedes describir tu cliente tipo? ¿Distingues bien entre clientes consumidores i clientes profesionales?
- ¿Vuestros mensajes van nítidamente orientados a que el cliente sepa qué beneficios le aportará confiar en vosotros?
- ¿Vuestra WEB refleja la imagen adecuada y el mensaje que realmente quieres transmitir a tu cliente? ¿O habla más de vosotros que de él? ¿Está actualizada?
- ¿Usas adecuadamente las redes sociales?
Cuando mi interlocutor ya está harto de tantas preguntas, le hago la última: ¿Seguro que no podemos mejorar nada?
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